domingo, 4 de noviembre de 2007

Sin Perdones


Mis dedos se enredan tratando de teclear las ráfagas de palabras que salen de mis pensamientos. Claro siempre tratando de no cerrar la tranquera a mis recuerdos ni mucho menos esconderme en una trinchera de mis pensamientos.
Desde muy borrego he buscado siempre otro cielo.
Ahora el viento me recuerda la distancia y los olores me llenan de caricias y pequeñas sensaciones que sólo se pueden sentir ahí dentro, donde duele cuando algo queremos y no tenemos.
Aquí el sol está como gastado y avejentado.Me es imposible no perderme en un laberinto enhebrando recuerdos. Pienso que tal vez todos somos un montón de recovecos. Y hoy podrán leer lo que encuentro en uno de ellos.
A muchos les venden la ilusión de salir, de viajar y buscar, no se que cosa. Pero nadie te dice que de esa forma estas rifando todo lo que hasta ese momento eras.
Hace tiempo que no voy al poblado donde me crié. El último paseo por la barriada fue un paseo lento, pesado y observando los niños. Jugaban a la pelota sobre la escarcha. Niños con orejas llenas de sabañones y la panza hinchada por el vacío del hambre.
Acaricie las veredas enyuyadas. Conmigo caminaba mi perro como presintiendo la despedida.
Los gorriones como de costumbre alborotados entre las ramas también parecían acompañarnos.
Entre suspiros mi corazón galopeaba y quería guardarme olores, colores, todo. Pero eso no se puede. La mochila ya estaba casi llena.
“La vieja” lavó y planchó en silencio con esmero un par de trapos viejos.Al entrar en mi casa después de la caminata todo estaba quieto. Me encontré a mi mamá sentada en la habitación acariciando una foto de cuando yo era niño. Parece loco pero en esos ratos nos dolía mirarnos a los ojos.
“El viejo”, se quedó moqueando en algún rincón del patio porque es de los que dicen que un hombre debe llorar solo.
Al salir con la mochila me espera afuera mi perro. Era la hora, pero no vino a saludarme, ni siquiera levanto su cabeza para mirarme.Con él caminamos por los campos queriendo alcanzar el horizonte, que en la pampa es el límite de todo. Siempre dispuesto a disfrutar mis ganas de juegos y también siempre dispuesto a soportar alguna reprimenda, tal vez injusta.“...Tengo que dejarte después de tantos inviernos y tantos paseos. No puedo creer que esto nos pase a nosotros. Soy del campo, y parte de tu jauría hermano, pero tengo que despedirme…” Cómo le explicas a un perro que te vas?
Junte muchos silencios esas últimas horas.El argumento de una despedida siempre es gris.
Ahora aquí me la paso borrando nostalgias. Es extraña la vida, para llenar la panza hay que saltar al otro lado del “charco”.
No puedo dar mas perdones porque creo que los he gastado todos. Pero si me ven como perdido no se preocupen, es que todos los que salimos a buscar, en algún momento notamos la herida de los olvidos.

2 comentarios:

Patri dijo...

Me ha gustado mucho lo que he leido. Vengo del blog de mi querido Txanba que en uno de sus post te recomendaba, y no se equivocaba en absoluto.

Besotessssssssssss

nihil dijo...

no sé si lo perdones se gastan, yo la verdad es que apenas sé nada.